La posibilidad de un mundo con dos velocidades en inteligencia artificial (con Europa por detrás)
GDPR y DMA ya suponen un internet diferente para Europa. La llegada de la AI Act puede reforzar lo que ya vivimos: la IA llega más tarde o peor a la Unión Europea
Europa como regulador tecnológico mundial
La idea de que la UE puede ser el principal regulador tecnológico del mundo se basa en varios supuestos.
En primer lugar, tenemos la idea de que las grandes empresas tecnológicas no pueden darse el lujo de ignorar un mercado tan significativo como el europeo, que representa alrededor del 15% del PIB mundial y está compuesto por cientos de millones de ciudadanos con un poder adquisitivo medio-alto.
Si una empresa es pragmática, le resulta rentable adaptar su producto o servicio a la legislación más restrictiva de la UE para garantizar el cumplimiento en otras regiones, reduciendo así la complejidad operativa.
Además, desde la UE se presume de un historial de aciertos al identificar preocupaciones de la población y problemas sociales emergentes, lo que lleva a que otras jurisdicciones adopten gradualmente normas similares. Este fenómeno crea un incentivo adicional para que las empresas tecnológicas incorporen las exigencias europeas desde el principio.
Todo esto no es sólo teoría, hasta hace poco las grandes tecnológicas han ido pasando por el aro de Bruselas. Con la inteligencia artificial hemos tenido un escenario algo diferente.
Los modelos que llegan tarde a Europa
Sin embargo, en el caso de la IA, estos principios están siendo desafiados.
Hemos visto cómo los lanzamientos de modelos de IA y servicios asociados se han producido a dos velocidades: primero en Estados Unidos y el resto del mundo, y meses después en Europa. Un ejemplo reciente es el modelo Gemini de Google y la versión 3 de los modelos de Claude, que llegaron tarde a Europa. Incluso funciones específicas, como la memoria de ChatGPT, aún no están disponibles en nuestro continente.
Los retrasos suelen oscilar entre dos y tres meses, y uno de los principales obstáculos es el cumplimiento del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) y sus estrictas normas de protección de datos, especialmente en lo que respecta a la transferencia de datos a servidores fuera de la UE.
El caso Apple: su tienda y su IA
Apple ha sido otro jugador clave afectado por las regulaciones europeas. La Ley de Mercados Digitales (DMA) ha obligado a Apple a permitir otras tiendas de aplicaciones, rompiendo así su control sobre el hardware y el software y, por ende, sobre la comisión de toda la industria digital. Apple ha intentado cumplir con la letra de la ley pero minimizando los cambios que podrían perjudicar su negocio, aplicando estos ajustes solo en Europa y sin planes de extenderlos a otros países.
Sobre la inteligencia artificial de Apple tenemos un episodio en la que la explicamos a fondo, dentro vídeo
Recientemente, Apple anunció que las funcionalidades relacionadas con su nueva inteligencia artificial tardarían meses en llegar a la UE, apuntando a las exigencias de interoperabilidad de la DMA.
Esto puede interpretarse también como un acto de comunicación política: las grandes corporaciones quieran situar en el debate público que regular los primeros y de la forma en la que lo hace la UE tiene un precio.
La llegada de la AI Act
La próxima gran regulación europea, la AI Act, podría amplificar aún más esta situación.
Además de aumentar la burocracia y responsabilizar a las empresas por el uso de los modelos, la AI Act exige transparencia sobre las fuentes de los datos de entrenamiento. Esta es una cuestión delicada, ya que la legalidad del uso de contenidos con copyright en el entrenamiento de las IA aún está en discusión, lo que representa un nuevo riesgo legal para muchas empresas.
Los posibles escenarios son diversos:
Asumir los riesgos legales trayendo los modelos de EE.UU., algo que podría ser más factible para las grandes empresas pero menos para las startups.
Versiones diferentes para Europa, que lleguen más tarde o con menos datos de entrenamiento y, presumiblemente, con peor calidad.
Renunciar al mercado europeo en algunos casos, una posibilidad que se empieza a discutir en Silicon Valley considerando Europa como un mercado cerrado a las tecnologías disruptivas debido a la regulación.